Vienes, te vas, luego vienes
al son de un compás dormido,
despintando el colorido
gris, de tus hermosas sienes.
Infelices somos quienes
en plena desesperanza
añoramos la venganza
cruenta, infeliz y quejosa,
esa venganza piadosa
que destrruye la esperanza.
¿Qué cuesta decirte nada?
nada quiero, nada somos,
dos capítulos o tomos
escritos con la mirada.
A veces una palmada
que se deshace en el hombro
o un sin saber por qué nombro
tu nombre con voz sublime
como un niño cuando gime
jugando en algún escombro.
Pobres somos y vivimos
los que amamos a conciencia,
hijos de la indiferencia
que de rabia nos morimos.
Nunca, jamás aprendimos
a rechazar lo incorrecto,
presos por el intelecto
humano que nos destruye,
la indecisión contribuye
a medirse de imperfecto.
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